Economía y cultura contra la corrupción

La corrupción es un flagelo de la sociedad. El World Economic Forum ha cifrado el costo anual de la corrupción en US$3.6 trillones, al sumar lo que se pierde a nivel global por concepto de sobornos, desfalcos, extorsiones, lavado de dinero y evasión de impuestos, entre otros actos de corrupción. Es un fenómeno complejo porque responde a varias causas contextuales, entre las que se han estudiado: la deficiencia de las administraciones públicas, los bajos niveles de libertad económica y las fallas del sistema legal. Sin restar importancia a estas causas contextuales, hay mucho interés en el mundo de la ética empresarial por entender las causas internas o personales de la corrupción. En este sentido, la pregunta sería cómo es que llegan a ser corruptas algunas personas con este perfil: alto nivel académico, ingresos económicos normales o incluso elevados y alta posición jerárquica en las instituciones. Dado que nadie nace corrupto, se trata de entender los mecanismos psicológicos y neuronales que actúan en la mente del corrupto.  Algunos expertos consideran que es un tema que surge a nivel psicológico y señalan con esto el hecho de que, a la hora de tomar decisiones, quienes tienen alguna cuota de poder por pequeña que sea, están sujetos a sesgos y racionalizaciones que influyen sobre ellos para elegir una opción corrupta como medio para lograr un fin. Incluso, si ese fin es en sí mismo legal, bueno o noble. Los dos sesgos más comunes son priorizar el bien individual por encima del de la empresa o institución de que se trate; y priorizar el beneficio a corto plazo, por encima del largo plazo. Y las tres racionalizaciones más comunes son: afirmar que lo que se hará no es del todo malo “porque hay cosas peores que otros hacen”; creer que nunca será descubierto; y convencerse de que lo que se hace, en el fondo es por el bien de la institución, de la empresa, del país, de la familia, etc. (Prensa Libre 24.01.22)

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